8. El problema sucesorio al final del reinado de Fernando VII.

*Las bases legales

*El resultado: la oposición carlista a la monarquía isabelina

 

 

 

 

última etapa del reinado de Fernando VII

(“Década Ominosa”), (abominable)(1823-1833)

diez años de reinado absolutista.

Se había casado tres veces y se había quedado viudo todas ellas,

sin descendencia.

Se casaría por cuarta vez con María Cristina de Nápoles en 1829.

La legalidad dinástica antes del matrimonio era la siguiente:

Según las Siete Partidas de Alfonso X podía reinar en España una

hija del rey, en caso de no tener varones

(recogido en la II Partida).

Felipe V había establecido la Ley Sálica

(ancestral costumbre borbónica),

auto acordado el 10 de mayo de 1713,

(Nuevo Reglamento para la Sucesión),

la sucesión de los monarcas era solo masculina.

Carlos IV, (1788 – 1808 )

30 de septiembre de 1789

las Cortes aprobaron la vuelta a las Partidas, 

pasaron su acuerdo al Consejo de Castilla, 

se publico una Pragmática.

el gobierno decidió aplazar la publicación de la Pragmática Sanción 

Fernando VII (comienzos de abril de 1830)

mandó publicar en la Gaceta (Pragmática Sanción).

 

Con esta ley el infante Carlos, hermano de Fernando, quedaba prácticamente

excluido de la sucesión

si María Cristina tenía una hija podría suceder directamente a su padre.

Aunque la intencionalidad de la publicación de la Pragmática era dudosa,

sus efectos políticos fueron indudables.

 

los realistas se opusieron  a esta alteración de la ley sucesoria por el interés que tenían por don Carlos.

 

los liberales no se opusieron a la modificación del orden sucesorio porque este era el único camino para lograr sus esperanzas.

 

El 10 de octubre de 1830 nacía Isabel y el 30 de enero de 1832 María Fernanda con lo se aseguraba la sucesión al trono.

A comienzos de 1832 el rey cayó gravemente enfermo.

En septiembre de 1832 ante la grave enfermedad del rey  y la presión de los carlistas la reina presiona al rey para que firme un decreto que debe revocar el de 29 de marzo de 1830

que suponía la derogación de la Pragmática Sanción,

que debía hacerse público el día de la muerte de Fernando.

Las noticias de la derogación hicieron que los liberales comenzaran a mover sus resortes con el fin de mantener la Pragmática Sanción.

Restablecido el rey  definitivamente

el 28 de septiembre anuló el decreto revocatorio de la Pragmática Sanción.

El 31 de diciembre el rey, ya recuperado,

declaro oficialmente que anulaba cualquier documento firmado por él

 durante el periodo de convalecencia.

Antes de que volviera a recaer, aseguró la sucesión de su hija Isabel mediante el reconocimiento de las Cortes como princesa de Asturias.

En junio de 1833 las Cortes juran a Isabel como heredera al trono. 

Carlos y sus partidarios más recalcitrantes fueron obligados a abandonar el país,

fijando su residencia en Portugal.

El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII, víctima de una apoplejía. 

Carlos lanzó el Manifiesto de Abrantes (1 de octubre de 1833)

en el que se titulaba rey de España, con el nombre de Carlos V.

Finaliza su reinado con el comienzo de  la I Guerra Carlista (1833-1840)

enfrenta a los seguidores de Carlos María Isidro,

    de Fernando, y

    su sobrina Isabel.

Los carlistas eran enemigos acérrimos del liberalismo y  de las medidas que implicaba: libertades económicas, laicización y uniformidad del territorio. El carlismo constituyó una ideología que se resumía en “Dios, Patria y Rey”. Defendían el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino. Reivindicaban, además el mantenimiento de los fueros y los privilegios tradicionales frente a la política centralizadora del régimen liberal, es decir, el foralismo, según el cual las regiones debían mantener sus instituciones de gobierno autónomas, su sistema propio de justicia y la exención fiscal y de quintas para el servicio militar. La cuestión foral fue más importante en la tercera Guerra Carlista. El bando carlistas obtuvo el respaldo de diversos sectores de la sociedad española (campesinos, baja nobleza del norte de España, sectores más conservadores de la Iglesia, algunos oficiales del ejército, áreas rurales de algunas regiones: País Vasco, Navarra y norte de Cataluña y Castilla) e incluso de potencias extranjeras: Austria, Prusia, Nápoles). Los trabajadores de las ciudades, las altas jerarquías eclesiásticas (pocos), la alta nobleza se mantuvieron fieles a la reina Isabel II, al igual que la mayor parte del ejército. Además contaron con el apoyo, en el ámbito internacional, de Francia, Portugal y Reino Unido que firmaron con el régimen isabelino la Cuádruple Alianza.

La fatiga de las tropas y civiles llevó al mando supremo de las tropas carlistas, el general Maroto, a negociar el final de la guerra. La firma del Convenio de Vergara (Guipúzcoa agosto de 1839) fue sellada simbólicamente con el abrazo de Maroto y Espartero. El Convenio de Vergara, puso fin a la guerra. En él se prometía (promesa luego incumplida) el mantenimiento de los fueros vascos y el reconocimiento de los empleos y grados de los oficiales del ejército carlista. El carlismo se mantuvo militarmente activo a lo largo del S.XIX, reivindicando en particular el mantenimiento de los fueros y provocando otros dos conflictos más.